13 febrero 2008

Erase una vez


Erase una vez una niña. Erase una protagonista de historias. Erase una tonta cualquiera. Erase que se era una mujer que no tenía nada claro.


Cuando se indignaba escribía. Cuando se indignaba se ponía a toda ostia a los Reincidentes. Su “ni un paso atrás” fue casi un himno. Su “Carmen” casi un manifiesto. Y se indignaba a menudo, como pueden constatar sus vecinos. Pacientes victimas del volumen de sus canciones.

La gente le contaba cosas, ella, como buena tonta se implicaba hasta hacer los problemas de los demás suyos y buscar soluciones. Como buena tonta también, creía en las personas por encima de los dioses. Como una tonta cualquiera daba consejos que no eran escuchados por nadie. Tampoco es que fueran dichos para seguirlos, así que no importaba mucho.


La protagonista de esta historia tenía un lio por vida. Con miles de cosas comenzadas y casi ninguna acabada. Tenía una musa vaga que trabajaba sobre todo por las noches, cuando el calor de la cama impedía a la protagonista escribir ni una palabra. Palabras olvidadas a la mañana.


Esta mujer tenía un diario lleno de historias, en cada una de ellas dejaba un trocito de sí misma. Nunca terminaba de vaciarse, aunque ese era el fin del diario. Nunca fue demasiado benévola con sus propias historias, ni las imaginadas ni las vividas, por más que agregara elementos que ella consideraba literarios. Claro que el diario era personal. Tampoco es que fuera nada transcendente.


En algún tiempo fue niña, niña que no acababa de abandonar, más porque no quería que por no poder. La niña que a veces era lloraba con frecuencia. Le gustaba sentir las lagrimas mojar su mejilla. Con un punto masoquista, como todas las niñas, le gustaba regodearse en sus tristezas para mojar sus ojos. Aunque nadie secara sus lágrimas.


La persona que describo, la niña, la mujer, la protagonista, esta tonta cualquiera está hasta las tetas de mentiras y engaños, de palabras vacías que no significan nada. Está hasta los flinflins de oír, leer y saber de historias que solo consiguen traerle malos recuerdos, de esas que inevitablemente le hacen llorar.

Cada uno se labra su propio destino y ella tiene el suyo lleno de piedras.

Le toca ponerse el sombrero de ala ancha y trabajar.


A la sombra de mi sombra

Extrechinato y tú




No hay comentarios: