08 mayo 2007

Soledad segunda


Soledad segunda
Suena el despertador, a las siete como todos los días, lo paras y sigues durmiendo, tienes la sensación de que acabas de acostarte, toda la noche, despertando y fumando, fumando y durmiendo, como si necesitaras un descanso entre tus sueños, como si solo soñaras inquietudes. Vuelve a sonar. Ahí está. Las siete y diez, vuelves a pararlo.
-- Cariño, que son las siete y diez.
-- Mmmmm.
Decides levantarte, e ignorar al durmiente, ya volverá a sonar el despertador.
Vas a la cocina, y después del vaso de agua, inicias la batalla contra el día.
Primero los niños.
-- Venga chicos, a levantarse, que ya es la hora.
Y vuelta a la cocina, los cuatro vasos, la leche, saca las galletitas, las magdalenas, el zumo…
Y todos en la cama aun.
-- Venga cariño, que es tarde.
-- Chicos, el desayuno ya esta.
Ponles el cola-cao a los chicos, el azúcar, cafetito para el padre.
Aquí no se levanta nadie.
Como todos los días te toca zarandearlos, y como cada día escuchar sus quejas, los déjame en paz.
Cuando por fin todos se han sentado, tú ya has terminado de desayunar, así que, haces las camas, recoges la ropa. Pones orden.
Luego las ocho horas de rigor, cuatro primero y cuatro después.
Y en el medio el gran caos, deprisa a casa, prepara algo de comer para todos, y puedes dar gracias si después de tener que enfadarte, alguien se digna a poner la mesa.
Vuelta al gris despacho, aguantar las miradas del entupido de tu jefe, los comentarios del gracioso de turno, las conversaciones banales de los pasillos.
Y vuelta a casa, estas agotada, y aún tiendes una lavadora y pones otra, que no tienes ganas de oír los donde esta mi camiseta de nosequien, o si la corbata azul esta planchada.
Y a ver que se te ocurre para cena.
Haces lo que sea ante la mirada atenta de todos, y las manos que siempre van cogiendo cosas del banco.
Durante la cena, gracias a dios, hay un momento de tranquilidad, conversaciones comentando el día, conversaciones con los chicos (como están creciendo, y yo junto a ellos), conversaciones sobre su día.
Luego recoge, friega, y por fin, el sofá.
Y ves un programa que jamás verías si estuvieras sola, pero no te importa, no tienes ganas de discutir. Cuando decides ir a la cama, arrastrando los pies por el pasillo hasta el baño te sigue, entra contigo al baño y jugáis un poco.
En tu mente solo hay un pensamiento, descansar. Has pasado todo el día, todos los días desde que lo conociste, desde que nacieron los chicos, viviendo por y para ellos. Nunca te guardaste un pedacito de espacio donde estirar tus piernas, donde descansar el alma. Te sientes tan sola en esta vida que tu has elegido que desearías desaparecer, meter la cabeza debajo de las mantas y olvidarte de que hay un mundo ahí fuera.
Por mí que siga, que yo me bajo aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Porqué vivimos así?Yo todavía no lo tengo claro.Y no mepuedo quejar.

Lo que describes es...¿vida?

besos

LEO dijo...

No lo se Jano... no se por que hay gente que vive así...
Y si, durante un periodo oscuro de mi vida (ese que prefiero esconder en el último rincón de mi mente), ese fué mi tipo de vida... el ostracismo, la soledad, la incomunicación... el puto interés de una vida convencional, que ni es vida ni es nada.
Besos,
Leo