
¿Que pasa si la puerta no cierra por que la has sacado de quicio?
¡...Lo que son las cosas!: Una palabra desafortunada, un portazo desgraciado pueden bastar para hacerte la vida imposible. Cuando te lo piensas mejor, las conclusiones te sumen en paradojas de límites insospechados, tal es la multiplicidad de aspectos con que lo razonas. Y así te va, que te pierdes en lo accesorio. Las cosas no son nada sin lo accesorio, los antecedentes, los intermedios, los consecuentes, y se producen sólo con dos sentidos: Precipitándote hacia el desastre o alimentando un drama en el subterfugio de la inducia. No importa el momento de la precipitación, *porque incluso cuando uno escala, más o menos trabajosamente, ¡qué derroche de tiempo y de energía! Cada cual es libre de escoger la vía de su martirio. Pero en cierto viaje no hicieron falta alforjas. ¡Además, cuando uno no atiende a razones, recriminarle nada es gastar saliva en balde! Qué hacer: ¿Soportar estoicamente todas las cuitas —el chasco es el chiste de la fatalidad— y embarcarse en las peripecias más absurdas? ¿Era necesario un impulso tal que saca la puerta de quicio? Porque el golpe ha sido exagerado. Y una de dos: O se te ha escapado la mano o tienes muy mala leche. Con la primera proposición te exculpas por el argumento de la torpeza —¡jilipollas!—. En cuanto a la segunda..., ¿por qué razón, si no, provocaste el estropicio?
Tú, con su portazo, largabas un desaire ya de por sí superlativo.
Otros efectos:
1) Un estampido seco seguido de un retumbo, un desmoronamiento y un estrépito horrisonante. Ella sintió que se descerrajaba la bóveda de su cráneo...