18 abril 2007

Encontrando a mi Lilith (II)

Había cumplido los 30. Había superado la depresión que acompañó a esa cifra. Depresión que me ayudo a liberarme de los diversos lastres que me habían acompañado desde hacía demasiado tiempo.
Me sentía libre. Libre y ligera.

Ocupaba mi tiempo con el trabajo, las amigas y los ocasionales ligues. Pequeños hombres que nunca superaron la barrera de las dos citas. O quizá si. Pero ninguno logró llegar más allá de mi cama. Ni siquiera un ligero roce en el corazón.
Encontré la felicidad en las pequeñas cosas. Cuando logras que las cosas sean pequeñas, consigues que los problemas también lo sean. Cualquiera supera con facilidad un pequeño problema.
Dejé las grandes cuestiones a un lado y anduve durante un tiempo por un camino que, si bien no era de flores, tampoco era de piedras.

La entrada a mi madurez no fue triunfal. Acarreó grandes cambios, pero aparentemente fue placida. Tranquila. Sin sobresaltos.
La tranquilidad se leía en mi cara, en mis gestos, en la forma de caminar y en la forma de amar.
Conseguía las citas a través de Internet. En una página de contactos sexuales. Me inscribí con un perfil con nada destacable, que ocultaba más que enseñaba mis datos.
Recibía correos, guiños e invitaciones varias. Contestaba algunos e ignoraba a otros. De los pocos que contestaba, a algunos los agregaba al Messenger. Su estancia en mi Messenger dependía mucho de varios factores. Por supuesto lo primero era el físico. No es que yo tenga un gusto exquisito, pero si voy a quedar para follar, lo mínimo que exijo es un físico que me excite. No me acuesto con mentes, prefiero los cuerpos para el sexo.
Pero, no solo de sexo vive el hombre y antes de pasar a la acción, me gusta disfrutar de otros placeres, cena, copa y puro, acompañado de una conversación, como poco, entretenida. Así que otra de las características debía ser una conversación fluida, con notas de humor, con momentos picantes. De esas que despiertan todos tus sentidos y te hacen desear un cara a cara, un cuerpo a cuerpo.

Imprescindible era también que tuvieran claro, muy claro que, el que tuviéramos sexo, solo implicaba eso, sexo. Sin más, sin amistad, sin obligaciones, sin compromisos. Sin necesidad de una segunda cita.
Empleaba tiempo en decidir, lo que me costaba encontrar a la persona apropiada.
Entonces quedaba con él. Cerveza, cena y conversación. Si no conseguía que hubiera sexo, desaparecía de mi Messenger, de mi vida. Si lo invitaba a casa, había sexo. Una bonita despedida y un, ya hablamos, justo antes de que yo me fuera a dormir. Sola. No quería compartir mi espacio con nadie.
Hubo quien traspasó la barrera de los dos días. Pero nadie logró pasar a mi vida. Eran pequeños placeres que me otorgaba como premios a mis pequeños problemas.
Cuando el tiempo de uno de esos pequeños hombres acababa, comenzaba una nueva búsqueda.
Entraba a la página, leía mensajes, miraba perfiles, contactaba con alguien. Y vuelta a empezar, abría la página, leía mensajes, miraba perfiles, contactaba con alguien. Y vuelta a empezar, abría la página, salía el pop-up, esto era nuevo… una ventana que se abría, una ventana hacia placeres ocultos, una ventana por donde entraba el elemento oscuro. Y la ignoraba, una vez y otra la cerraba sin mirar.
Puede que tuviera miedo de descubrir. Miedo de lo nuevo, de ver en imágenes fantasías olvidadas. Sueños ocultos en una mente adolescente. Inconfesables. Miedo de quebrar la tranquila existencia que me había creado.
Pero los tranquilos polvos me estaban cansando. Empecé a aburrirme de tanta tranquilidad. Es un problema querer siempre más. Y abrí la ventana. Amplié el pop-up y descubrí que mi mundo imaginado podía ser real. Encontré una página llena de personas viviendo oscuras fantasías, esperando encontrar una mano que condujera al lado oscuro.
El día en que esa ventana se abrió en mi ordenador, yo subí, por fin, el escalón en el que me había quedado estancada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es dificil encontrar la persona apropiada. Recorriste el camino habitual, el angosto camino que a veces cuesta recorrer, pero en la madurez se esta muy bien, consigues en mayor o menor medida saber quien eres y que quieres.
Un saludo.
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