18 octubre 2006



Bajo cielo descubierto,

ante mi dios y mi infierno,

bajo brillantes estrellas,

te soñé.

Realidad encubierta,

tiempos de soledad,

largas noches de balcón y maría,

de wisky barato y caros sollozos,

te soñé.

arcanos de luna, runas antiguas,

tarot imposible,

futuro incierto,

te soñé.

Culpar la desidia,

odiar el amor,

desiertas las plazas,

te soñé.

Despertar a la mañana,

no ver tus ojos,

ser solo un sueño y

saber que en mi sueño,

te soñé.

M. Leo

06 octubre 2006

Soledad tercera


De pronto te das cuenta de que a pesar de estar siempre recibiendo atenciones, te sientes sola, sientes esa angustia en el alma y ese dolor que te atenaza la garganta desde el mismo momento que cierras la puerta de tu casa. De tu madriguera.
Te refugias en tu tremendo egoísmo para hacer una gran barrera contra el dolor. Os encerráis tú y tu música en la habitación-refugio, el perro a los pies y el porro en las manos. Puede que hasta te pongas un poco de martini y escribas algo. Aunque para que. Total, nadie va a leerlo.
Así que te asomas a la ventana intentando ver algo diferente, algo que te saque de este estado de absoluta contemplación de ti misma.
Te miras al espejo desde diferentes ángulos, peinándote, quitándote el suéter, desnudándote.
Observas tu cuerpo con el sol entrando por la ventana, al trasluz eres bella…
El espejo te devuelve una imagen mejorada de ti misma, la que tu quieres ver, es por eso que no puedes dejar de mirarte, girando hacía la derecha, girando hacía la izquierda, de frente, mirándote la espalda, mirándote el culo.
Y comienzas a tocarte sin dejar de mirarte en el espejo. Te acaricias con laxitud, pasando la mano como si el camino hubiera sido recorrido mil veces, casi sin sentir, casi sin notar el calor que desprende tu mano. Imaginas no ser la dueña de esa mano, recorres tu figura en el reflejo del espejo, en el reflejo de tu cuerpo bañado por el sol que inunda el cuarto.
Tu pelo brilla, tu pecho brilla, tu imagen en este espejo brilla igual que tus ojos, pero su brillo es diferente.
Tu mano se entretiene entre las piernas de la mujer del espejo, tus ojos se entrecierran sin dejar de mirarla.
Imaginas otro cuerpo recorriendo el tuyo, imaginas la compañía de aquel que te complete. Y sin dejar de mirarte las lágrimas empiezan a resbalar por tus mejillas, ruedan muriendo en tus labios, si no te sintieras tan sola…
Solo es cuestión de tiempo, tu lo sabes, yo lo se, ¿y entonces?…
Te sientas en el borde de la cama sin poder reprimir los sollozos, te abrazas a la almohada imaginando un calido torso, una mano que te acaricie el pelo y te diga que no pasa nada, que todo se va a arreglar, que eres fuerte. A pesar de que tu sepas que es mentira. Que sí que pasa, que jamás se arreglará, que eres tan frágil como las lágrimas que empañan tu mirada. Como el espejo, con su imagen fantástica de ti misma.
Tan frágil, que, una y otra vez estallas en millones de trozos, que, cada vez que te recompones faltan piezas, piezas que has ido perdiendo con el paso del tiempo, piezas que han ido dejando cicatrices en tu alma, huecos en el corazón, vacíos imposibles de llenar.


Imposible recuperar el tiempo perdido, las personas perdidas, los sentimientos muertos.


Escrito el 9/5/05

Foto de Sandra Peréz